Orrialde:Jauregui - Gramera berria.djvu/19

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sa hoguera sobre el Iru. Y á esta hoguera respondieron otras sobre el Altabizcar, y otras en toda la cordillera desde el Cahella hasta el Aloña. Y fué la señal de nuestra marcha, la señal de guerra.

Y partimos á la hora en que las mugeres dormian tranquilamente, sin despertar á los niños que dormian sobre el seno de sus madres. Y nuestros fieles mastines nos vieron pasar, y no ladraron, porque creyeron que, segun costumbre, estariamos de vuelta al rayar el dia.

Muchos dias, muchas noches han pasado desde entonces, y aun no hemos vuelto á nuestras montañas.

Hemos atravesado las Gálias, rápidos como el rayo. Hemos combatido en favor del Africano ; hemos atravesado el Ródano, mas furioso que el Ebro ; hemos traspuesto con pié ligero los Alpes, mas empinados que el Pirineo.

Aqui hay fértiles campiñas, ciudades doradas, mugeres encantadoras; pero todo esto no puede compararse con nuestras montañas siempre verdes, con nuestras sombrias cavernas, con nuestras madres, con nuestros hermanos, con las queridas de nuestro corazon.

Dicen los estranjeros que antes de un mes estaremos en la ciudad de los romanos, y que nuestros cascos rebosarán de oro. Yo les contesto: « No quiero : bastante lejos os be acompañado. Prefiero volver á mis montañas, queridas y ver á la que ama mi corazon. Mi pais natal está lejos, y la ausencia es luenga. »

ELLA.

Pájaro, cantor de mis montañas, canta con dulzura el cántico de la vuelta. Nadie mas desgraciada que yo. Yo tenia un amante que abandonó su valle natal ; á este solo recuerdo brotan de mis ojos tantas lágrimas como