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Orrialde:Jauregui - Gramera berria.djvu/20

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gotas de rocio caen de las hojas del roble en una mañana de primavera.


Lekobideren Cantá.

El canto de Lecobide.

Las legiones de Roma llegaron, y pusieron sitio á nuestra comarca.

Del lado de allá estaba Octavio, señor del mundo : del lado nuestro, Lecobide, el gefe vascongado.

En las orillas del Océano y en la llanada han abierto fosos profundos y el bloqueo es horrible.

Las vastas llanuras las dominan ellos; nosotros los picos inaccesibles, morada del águila, y las cavernas de los montes, morada de las fieras.

Nosotros ocupamos una posicion formidable, y el amor patrio nos infunde valor para morir.

No tememos el choque del acero, pero el arca del pan va quedándose vacia.

Pesadas corazas protejen los pechos de los soldados romanos, pero nuestros cuerpos desnudos son mas ágiles para la guerra. Las armas defensivas se hicieron para los cobardes; la espada corta y el pecho desnudo solo lo usan los valientes.

Y nosotros lo somos : siete años, dia por dia, noche por noche, ha durado sin intermision la batalla. Por uno de los nuestros que muere, matamos quince de los suyos infaliblemente.

Ellos son mas numerosos que las estrellas del cielo ; nosotros pocos, pero animosos y diestros : al fin hemos hecho la paz.

Las soberbias encinas enferman y mueren á la larga, pisoteados sin cesar por el picamaderos. El Tiber está distante ; y temen quedar insepultos lejos de sus orillas sin ver el capitolio.